¡¡Adiós ! a..
La Casa Rectoral..
Vivimos unos días tristes, bueno tristes
quizá no pero muy nostálgicos para muchos de nosotros.
Estamos
asistiendo al derribo y desescombro de nuestra antigua y querida “Casa Rectoral”.
Los
penetrantes y rígidos dientes del cazo de una poderosa máquina moderna han
horadado los tejados de la Casa Rectoral y han penetrado en los tapiales
centenarios de sus paredes, convirtiéndolo todo en un solar de escombros.
Los
tiempos van cambiando y la nueva forma de vivir, hace desaparecer esos
edificios que daban señorío al pueblo y que todos les vecinos se enorgullecían
por tenerlos, considerándolos como propios.
Así en Villasinta, hemos visto
desaparecer la Casa de Concejo, trasformar las escuelas y ahora vemos caer la “Casa Rectoral”.
La Casa Rectoral era la casa que se
ofrecía como vivienda para el Párroco
que venía a vivir al pueblo como un
vecino más, para ser pastor
espiritual de todos y atender sus necesidades religiosas y corporales.
La Casa Rectoral de Villasinta era un
edificio grande, bien situado y que tenía todos los servicios necesarios para
una cómoda vida rural en tiempos en los que la única forma de vida era la
labranza.
Estaba dotada de cuadras y pajares adecuados al ganado, amplios corrales
para criar aves y conejos, un buen horno
para cocer el pan y una cocina para curar la matanza con un buen pozo que
surtía de agua a todo el edificio.
La vivienda estaba dotada de cocina,
despensa , salón-comedor y archivos parroquiales.
En
la planta superior tenía varios dormitorios para inquilinos y visitantes.
Esta
casa que hoy ha desaparecido, fue la residencia de los párrocos y su familia durante más de tres siglos.
El
tiempo y el abandono la habían convertido en una ruina.
Hace
más de tres años, en Septiembre de 2016, se vendió en pública subasta a un
vecino de Villasinta y, ante la declaración de ruina, sus propietarios la han
derruido.
Con
ella se han ido muchos recuerdos y acontecimientos de la infancia y juventud de
nuestra generación.
Al ver estas fotos nos entra cierta nostalgia,
pena y nos llenamos de recuerdos vividos a su alrededor.
O. Puerta